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Dejando atrás la magia de Chefchaouen
Con la nostalgia de dejar la encantadora medina azul, arrancamos motores y nos despedimos de Chefchaouen. La jornada nos lleva a recorrer un tramo de transición: dejamos las montañas del Rif y nos adentramos en carreteras más abiertas rumbo a Fez.
Los primeros kilómetros son un disfrute total. La carretera se desliza entre montañas y valles, con curvas bien trazadas y tramos de asfalto en buen estado. A medida que avanzamos, el paisaje se abre en llanuras inmensas, donde la sensación de amplitud y libertad es total.
El aprendizaje de la conducción en Marruecos
A estas alturas del viaje, el grupo empieza a adaptarse al tráfico marroquí. Las normas de circulación son un concepto flexible, y las líneas continuas parecen ser meras sugerencias. Lo que al principio generaba tensión, ahora se entiende como parte de la experiencia: la clave es fluir con el tráfico, no luchar contra él.
La jornada transcurre con una parada en una cafetería de carretera, donde compartimos risas y reflexiones sobre los primeros días de ruta. La convivencia entre los participantes se va consolidando, y cada parada es una oportunidad para fortalecer el espíritu de grupo.
Fez: la medina más grande del mundo
Tras varias horas de carretera, el tráfico empieza a densificarse. Es la señal de que estamos entrando en Fez, una de las ciudades más antiguas y vibrantes de Marruecos.
Si Chefchaouen era un rincón pintoresco y tranquilo, Fez es un torbellino de historia y actividad. La llegada a la ciudad supone un nuevo desafío: calles abarrotadas, motos zigzagueando y un caos organizado que pone a prueba nuestros reflejos.
Dejamos las motos en el alojamiento y nos preparamos para explorar la medina más grande del mundo. Un laberinto de callejuelas donde el tiempo parece haberse detenido, con artesanos trabajando el cuero y especias impregnando el aire. La visita a Fez es una inmersión total en la cultura marroquí.
Cena y descanso: la pastela marroquí
Para cerrar la jornada, disfrutamos de una cena típica, donde la protagonista es la pastela, un plato que combina lo dulce y lo salado de forma magistral. Es el broche perfecto para un día de transición entre dos mundos: la tranquilidad de Chefchaouen y la intensidad de Fez.
Conclusión: un paso más hacia la aventura
Esta etapa nos ha mostrado otro rostro de Marruecos. De la calma de la montaña hemos pasado al caos de la gran ciudad, y el grupo está cada vez más integrado en la dinámica del viaje.
Próxima etapa: Fez – Merzouga. Dejamos atrás la civilización y nos adentramos en el desierto.
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