Ruta en moto por el norte de Marruecos. Tánger Med – Tetuán – Chefchaouen: lo nuevo se impregna de incertidumbre

ruta en moto por el norte de Marruecos

El inicio de la aventura: de Tánger Med a Tetuán

El ferry toca puerto en Tánger Med y la sensación de aventura es innegable. El cruce del Estrecho de Gibraltar es solo el primer paso de una travesía que nos cambiará para siempre. Nada más bajar de la bodega, la primera prueba: la burocracia fronteriza. Paciencia, un par de sellos y estamos dentro. Marruecos nos recibe con los brazos abiertos y un viento constante que nos recuerda que hemos dejado Europa atrás.

Los primeros kilómetros transcurren por una carretera en buen estado, pero con asfalto deslizante y un viento traicionero. La moto se bambolea y la tensión es palpable. Nos dirigimos a Tetuán, una ciudad con una marcada herencia española que se refleja en sus calles y en la hospitalidad de su gente.

Aquí hacemos la primera parada para desayunar y conocer a Jalal, nuestro guía local. Su carisma y conocimientos hacen que la visita a la medina sea una inmersión directa en la historia marroquí. Entre calles laberínticas y mercados bulliciosos, el grupo empieza a asimilar que este viaje será mucho más que curvas y paisajes.

Camino a Chefchaouen: adaptándonos al ritmo marroquí

Dejamos Tetuán atrás y encaramos la carretera hacia Chefchaouen, la famosa ciudad azul. El paisaje cambia, el tráfico se vuelve más denso y empieza el aprendizaje de la conducción en Marruecos: adelantamientos creativos, líneas continuas decorativas y un código de circulación donde la fluidez lo es todo.

El verde del Rif nos envuelve a medida que ganamos altura. La carretera mejora y las curvas comienzan a aparecer, aunque sin ser demasiado exigentes. El grupo empieza a encontrar su ritmo: algunos ruedan con calma, otros con más confianza. Lo importante es disfrutar de cada kilómetro.

La llegada a la ciudad azul: Chefchaouen

Cuando las primeras casas azuladas aparecen en el horizonte, sabemos que hemos llegado a un lugar especial. Chefchaouen es un rincón mágico, con sus calles empedradas, puertas decoradas y una luz que parece sacada de un cuadro. Nos dirigimos a nuestro alojamiento y, tras dejar las motos, nos sumergimos en su medina.

Caminamos entre tonos azulados, exploramos rincones escondidos y terminamos el día con una cena tradicional con vistas. Los sabores marroquíes nos conquistan: tajines, pinchos y ensaladas especiadas se convierten en el broche perfecto para la primera jornada.

Conclusión: un comienzo inolvidable

Esta primera etapa nos ha mostrado que Marruecos no es solo un país por descubrir, sino una experiencia que desafía prejuicios y expectativas. La conducción, la cultura y el paisaje han comenzado a sorprendernos, y sabemos que esto es solo el principio.

Próxima etapa: Chefchaouen – Fez. Nos espera la medina más grande del mundo.

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